Un Barco, un capitán - Drack'Jor

En
aquel instante, el agua empezó a tornarse fría, cada vez más fría, la temperatura disminuyo drásticamente hasta el punto que a la sangre que brotaba
del cuerpo del marinero empezó a cristalizarse. El frio fue tanto que el mismo
tiempo empezó a caminar con lentitud. Frente a Drack’jor se encontraba ahora la silueta de aquella dama oscura, de
incontables nombres, e incontables máscaras, que según las historias se encarga
de llevar las almas mortales a nuevos planos de existencia, al menos eso se
cree en la mayoría de los pueblos pesqueros del continente.
La Dama Oscura tomo al marinero y subió
con el por las congeladas aguas, dejando a través de ellas una estela blanca,
se posó grácilmente sobre las inertes olas y se detuvo a contemplar el último
instante de la feroz carnicería que acababa de librarse. Las velas negras
del Concordia se encontraban hinchadas por el viento, el timón se
encontraba abandonado a su suerte, la bandera pirata ondeaba de manera
imperceptible. En cubierta estaban los cadáveres de la mayoría de tripulantes, y
en ese momento el Capitán Panzalegre
caía por la borda, arrojado al agua por la fuerza de la macabra y espeluznante tormenta.
Los
iris rojos de aquel pasajero misterioso, observaban el caos a su alrededor, la
mueca de victoria se esbozaba en el cadavérico rostro. La diosa de la muerte
camino entre los marineros caídos y los restos astillados en los que se estaba
fragmentando el barco. Con el tiempo en un estado de letargo, la
señora de la muerte dejo en ese momento el cuerpo de Drack´Jor delicadamente sobre las tablas de la cubierta, giro a su
alrededor contemplando la escena. Sobre tablas a la deriva un pequeño Gnomo
trataba de enfrentarse al oleaje. Un paladín era arrastrado al fondo de las
aguas por el propio peso de su armadura mientras inconsciente sujetaba su
espada y el cuerpo del capitán flotaba sobre las olas. La caótica tormenta
descendía como con grandes tentáculos sobre lo que quedaba del Concordia, al encuentro del cadavérico
pasajero de ojos rojos que brillaban como rubís.
Después
de haber recorrido la escena, La señora
de la muerte susurro unas palabras en una lengua desconocida y de ella
emanó una onda de aire gélido que se expandió sobre la cubierta del Concordia, y lo recubrió desde el
espolón hasta el mástil. Cuando el Galeón fue cubierto en su totalidad empezó a
desmoronarse en pequeñas plumas negras y en la escena del naufragio solo quedó
la tormenta y su extraño invocador.
El frio no se disipo, sin embargo Drack´Jor escuchó su fuerte respirar sobre la cubierta del maltrecho galeón, no había ya tormenta, y las aguas estaban calmas y témpanos de hielo flotaban alrededor del maltrecho barco, para el marinero fue evidente que ya no estaba en los tropicales mares del Oeste. Dicen que la misma muerte le ofreció un pacto, nadie sabe bien el por qué. Lo cierto es que al cabo de mucho tiempo, en el puerto de Throm, atracó el Concordia tripulado por un solo hombre, un remanente de pirata, un capitán.
Relatos de aguas tenebrosas, tomo II.
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